sábado, 30 de abril de 2016

Sufragio voluntario

El voto durante las elecciones democráticas es una expresión de libertad, por tanto no debería ser compulsivo. Si no votas, el Estado te castiga con una multa. Si a alguien lo obligan a elegir, elegirá sin reflexionar o apoyará al candidato más populista.

La excusa típica para negarnos esta libertad es que se considera que “nuestra sociedad no está preparada”. Es decir nos consideran inferiores. ¿La razón?, tal vez el complejo de inferioridad de los políticos, la cual ellos proyectan sobre la población.
 
Para el ordenamiento jurídico peruano la votación no solo es un derecho, sino una obligación, puesto que con la multa se nos coacciona a trasladarnos hasta el centro de votaciones. Si bien podemos votar en blanco o viciar nuestro voto, una persona que no tiene interés alguno en la política, una vez que haya asumido el costo de trasladarse hasta su mesa de sufragio, tiene todos los incentivos para votar por el candidato más populista.

El sufragio obligatorio no solo atenta contra la libertad, sino que perjudica más a las personas de escasos recursos, puesto que una persona adinerada está en capacidad de no ir a votar y asumir el costo, sin embargo un pobre no puede permitirse eso.
 
Otra razón para negarnos esa libertad es que se asume que si solo un porcentaje bajo de personas va a votar, el candidato que salga elegido no tendrá legitimidad. Tonterías. Las personas que no van a votar implícitamente están confiando en el criterio de los que sí irán a votar. Es una especie de “voto delegado”. De hecho la legitimidad poco o nada tiene que ver con el porcentaje de gente que asiste a votar, por el contrario es usual que candidatos que son electos en base a promesas populistas tengan poca legitimidad, porque una vez en el cargo al no poder cumplir con sus promesas, encuentran a una población hostil debido al engaño.

La gente en libertad debe decidir si el día de votación asiste a sufragar o prefiere realizar alguna otra actividad. Al no votar no se provoca daño a ningún tercero, por tanto el Estado no puede obligarnos a sufragar.  

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